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domingo, 31 de julio de 2011

Ignaci Ponseti y el pie zambo

Ignaci Ponseti
1914-2008

La Guerra Civil marcó la vida profesional de Ignacio Ponseti. Acabó su grado en Medicina sólo dos días antes del estallido y con la victoria del bando nacional se exilió a Francia y después a Iowa. Durante el conflicto, aprendió la técnica de enyesado de Bohler, un método con el que lograría desterrar la cirugía del tratamiento del pie zambo implantando lo que se conocería como el Método Ponseti.

Nació en Ciutadella en 1914 pero apenas pasó ocho años en Menorca antes de trasladarse con su familia a Barcelona. Allí comenzó sus estudios en Medicina que finalizó justo dos días antes del alzamiento del 18 de julio de 1936. Durante un tiempo sirvió como médico, pero con la victoria de los nacionales se marchó más allá de los Pirineos a donde evacuó a cuarenta heridos. Con la caída de la Ciudad Condal, se trasladó a Francia.

Después llegó México y dos años más tarde, Iowa. Ponseti ingresó en su Universidad para estudiar ortopedia. El pie equinovaro –más conocido como pie zambo– se convirtió en uno de sus principales objetivos. Una malformación que afecta a los huesos, los músculos y los tendones del pie y que provoca que se curve hacia dentro o hacia abajo quedando rígido y sin poder recuperar su posición normal. Un problema que afecta a uno de cada mil nacimientos.


Eduard Pons Tortella: un anatomista en el encéfalo

Eduard Pons Tortella
1906-1989

La Guerra Civil frenó en seco la carrera universitaria de Pons Tortella. Un expediente de depuración le incapacitó para ejercer la docencia durante seis años. El menorquín aprovecharía aquel exilio para traducir al español las obras de Spalteholz y Fischel. Su formación continuaría casi en la clandestinidad en el Instituto Neurológico Municipal de Barcelona. El centro que marcaría su currículum.

De familia menorquina y padre médico, Eduard Pons Tortella nació en Mahón en 1906. Después de terminar la enseñanza secundaria, se trasladó a Barcelona donde, en 1922, comenzó su carrera de Medicina en la Universidad. Siete años después, completaría su licenciatura.

Antes de salir de la Universidad, comenzó a formarse en la que sería su primera especialidad. En 1925 se incorporó como alumno interno a la cátedra de Anatomía del profesor Manuel Seres. Su objetivo inicial era dedicarse a la investigación y la docencia anatómicas. Tras su muerte, Pons Tortella continuó hasta convertirse en auxiliar interino. 


Ebusus, la isla de la púrpura

Cuando el Imperio Romano convirtió la púrpura en su color oficial, quiso controlar también su producción. Se prohibió su uso a quienes no pertenecían a la realeza y su industria se transformó en un monopolio imperial que extendió sus redes por todo el Mediterráneo. En el siglo IV la Notitia Dignitatum informaba de la creación de un centro productor en Baleares. Una sede que los expertos sitúan hoy en Ibiza.

Año 2000. La profesora del Departamento de Historia de la Antigüedad y de la Cultura Escrita de la Universidad de Valencia, Carmen Alfaro, descubre la pista para reconstruir la historia de una industria ibicenca casi tan antigua como su propios pobladores. 

En sus manos, la Notitia Dignitatum: un documento del siglo IV que hablaba de la existencia de un procurator baphii insularum balearum en Hispania. Era la primera referencia explícita a las Islas.
 
Se trataba de la confirmación del control que el Imperio Romano hizo de la producción de la púrpura de Tiro en su periodo tardío. La belleza del color –entre rojo y morado– y su precio elevadísimo que podía superar el del oro –para un gramo de púrpura se necesitaban más de 10.000 moluscos–, lo convirtieron en un privilegio reservado a reyes, emperadores y sumos sacerdotes. 

Sólo la familia más directa del emperador podía llevar túnicas de este color mientras que los altos cargos del gobierno llevaban sólo una banda. Diocleciano hizo de su industria un monopolio estatal y Nerón condenó a muerte a todo el que se atreviera a usarla.


Juan Cuerda: el radiólogo del Cuaternario

Juan Cuerda, (centro) en el congreso del INQUA en Mallorca
Juan Cuerda
1912-2003

La batalla de Teruel le convirtió en un mutilado de la contienda, y la posguerra, en un representante de productos químicos para la industria zapatera. Sin embargo, aquellas reuniones con Guillem Colom y Andreu Muntaner transformaron a Juan Cuerda. El que había sido un naturalista aficionado se convirtió en un paleontólogo de renombre internacional y el autor de más de un centenar de obras sobre el Cuaternario, aún esenciales en la Historia del Mediterráneo.

Nació en Barcelona en junio de 1912, pero el origen mallorquín de su madre acostumbró a la familia a las estancias veraniegas en la Isla. El de 1936 fue un viaje sin vuelta. Para algunos, la huida de la Ciudad Condal. Para otros, el regreso imposible desde Mallorca. Fue aquí donde Juan Cuerda se alistó en el ejército nacionalista, el mismo con el que quedaría gravemente herido tras la batalla de Teruel de 1938.

El barcelonés llegó a Palma como mutilado y militar profesional, destinado a tareas administrativas que ayudaran a los veteranos heridos. Le ascendieron a comandante y luego a coronel en la reserva. Pero el sueldo era pequeño y Cuerda tuvo que complementar este trabajo con el de representante de productos químicos para la industria del calzado.


José Zaragoza: el discípulo avanzado de Mut

José Zaragoza
1627-1674

Montesión apenas le acogió durante un lustro. Para José Zaragoza, Mallorca no tenía que ser más que otro destino en su carrera como docente en colegios jesuitas. Sin embargo, aquí conoció al astrónomo Vicenç Mut (ver entrada), del que se convertiría en principal discípulo. Juntos, reformaron el sistema métrico de la Isla y se complementaron en las observaciones del cometa de 1664. Por separado, serían los renovadores de la ciencia en España.

Su afición por el estudio de las matemáticas era ya más que incipiente tras su paso por la Universidad de Valencia. José Zaragoza había nacido en la localidad de Alcalá de Chivert en 1627 y en aquel centro se formaría en Artes y se doctoraría en Teología. 

Su orientación hacia los números fue siempre autodidacta y paralela, pero cuando Valencia le ofreció la cátedra de matemáticas, decidió rechazarla. Por entonces ya planeaba seguir su vocación religiosa.

Fue en 1651 cuando ingresó en la orden jesuita y tomó la sotana. Apenas acabado su noviciado, Zaragoza se trasladó a Calatayud para enseñar retórica. En 1655 lo haría a Mallorca, donde impartiría lecciones de Filosofía y Teología en el colegio de jesuitas de Palma, Montesión. Un entorno de sabios en el que conocería a Vicenç Mut, considerado uno de los grandes astrónomos prácticos de la época. Casi sin saberlo, el valenciano comenzaba a convertirse en su discípulo.


Alberto Della Marmora: el geólogo comparativista

Alberto Della Marmora
1789-1863

La escuela francesa de Fontainebleau fue clave en la vida de Alberto Ferrero Della Marmora. Mientras se labraba una formación militar de la que viviría el resto de su vida, se iniciaba en los estudios de topografía. Una faceta que le convertiría en un importante científico y con la que llegaría a Baleares para retratar el archipiélago desde la arqueología y la geología comparativas.
 
Nació en 1789 en Turín, en el seno de una familia noble. Madre de ascendencia aristocrática y padre oficial del ejército. Sólo un año después de la muerte de éste último, en 1806, ingresó en la escuela militar de Fontainebleau. Su carrera sería meteórica: si en 1808 se unía al ejército napoleónico como subteniente de infantería, en 1813 el mismísimo Napoleón le condecoraba con la medalla de la legión de Honor.

Con el fin del mandato napoleónico, Della Marmora –título aristocrático con el que sería conocido– realizó su primer viaje a Cerdeña. No sabía aún que, pese a su objetivo inicial de cazar y desarrollar estudios ornitológicos, dedicaría a la isla la mayor parte de su vida científica.


Miquel Oleo Quadrado: inventor del 'boca a boca'

Miquel Oleo Quadrado
1739-1813

A Miquel Oleo Quadrado se le murió un niño de cuatro meses. "Tomó el llanto e hizo tan fuerte sístole que no pudo hacer el diástole o inspiración", escribiría después. Su experiencia como médico le hizo reaccionar rápido: le tapó la nariz y le sopló aire en la boca bien ajustada a la suya. Aquella maniobra se considera hoy el primer boca a boca documentado de la Historia de la Medicina.

Nació en Ciutadella en 1739 con la isla bajo dominación británica. Dicen que fue la difícil situación económica de su familia la que no le permitió estudiar fuera de Menorca. Así que, sin acceso a la Universidad de Palma y mucho menos al Colegio de Cirujanos de Barcelona, Miquel Oleo tuvo que conformarse con una formación práctica.

A mediados del siglo XVIII, Europa vivía una fuerte reacción contra la medicina sistemática. Por ello, los maestros teóricos del menorquín fueron autores que, como Baglivi o Boerhave, estaban en la línea del empirismo científico. Estudiaban al enfermo y renunciaban a las respuestas generales.


sábado, 30 de julio de 2011

Antoni Cabrer: el Clarín de la espeleología

Antoni Cabrer
1785-1846

Dos reveses menguaron la posteridad espeleólogica de Antoni Cabrer. En sus expediciones nocturnas a las cuevas de Artà descubrió los grafitos de incursiones realizadas dos siglos antes que le privaban de ser su descubridor.



En 1840 vendría el segundo mazazo: el libro que resumía sus aventuras cavernícolas se convertía, por sólo un año de diferencia, en la segunda monografía publicada sobre una cavidad balear. Su labor fue, sin embargo, pionera en extensión y rigurosidad.

Rector de la parroquia palmesana de Sant Nicolau. Es uno de los pocos datos que se conocen de la biografía de Antoni Cabrer. Nació en la capital mallorquina en 1785 y pronto se hizo famoso por sus ideas liberales que le situaron, incluso, en el punto de mira. «Bastaba que este sujeto fuese hombre de luces y buenos conocimientos en la literatura y ciencias para ser cruelmente perseguido por los absolutistas», escribió Llabrés Quintana (ver entrada) sobre él.



Su expediente criminal en el Archivo Diocesano recoge su primera causa en 1819 por oficiar, de manera clandestina, un matrimonio. A partir de entonces su ficha suma doctrinas erróneas, conducta inmoral, fuga e incluso contrabando. En 1825 entraría por primera vez en la cárcel.



«Vi en Mallorca a un sacerdote, todavía hoy cura de una parroquia de Palma, que me dijo que había pasado siete años de su vida, la flor de su juventud, en las prisiones de la Inquisición», relataba George Sand en Un invierno en Mallorca.

Los archivos recogen en 1827 la primera petición de Antoni Cabrer de ser trasladado, por motivos de salud, a la Cartuja de Valldemossa. Es difícil saber cuándo se produjo el traslado, pero en 1838 era él quien alquilaba su celda a la escritora francesa y el compositor Frederic Chopin.



Dos años después, Cabrer consiguió un lugar en la Historia de la ciencia balear. La imprenta de Pedro José Gelabert publicaba Viaje a la famosa gruta llamada Cueva de la Ermita en el distrito de la villa de Artà. Un volumen de más de 80 páginas resumía las incursiones nocturnas –a fin de evitar el calor diurno y los embates del mar– realizadas entre 1807 y 1840 con las que construyó una descripción minuciosa.



Acompañado por guías y con la única luz de las antorchas, Cabrer recorrió una a una las diferentes salas de la cueva. «Esta primera pieza se dice haber sido en otro tiempo asilo de solitarios ermitaños», señalaba como posible causa del nombre de Gruta de la Ermita. En la época del religioso, la cueva se utilizaba ya como refugio para el ganado en días de tormenta.

«En aquel tiempo el conocimiento en ciencias naturales era muy bajo. Lo que realiza Cabrer es una descripción exhaustiva pero muy literaria», asegura el Doctor en Geografía e investigador de la UIB, Joaquín Ginés. En su introducción, el párroco se pone como objetivo concienciar a mallorquines y foráneos de esa «nona maravilla del mundo» sumida en el olvido.

Su relato fascinado repasa las esculturas naturales que se abrían a su paso –«un mal carado león, un señudo perdiguero», relata– así como las oquedades y fuentes de agua que encontraba en el camino, y cuyo tamaño apuntaba en «palmos» y «pies». «Los recursos e instrumentos con los que contaba eran muy pobres, por eso sus medidas están bastante equivocadas», señala el estudioso Climent Garau

Errores por los que, pese a la exhaustividad, resulta muy difícil reconocer hoy las salas que reseña. Pese a que reconoce que su intención es sólo «la descripción de lo que vimos en estos vastos subterráneos al tiempo de recorrerlos», Antoni Cabrer muestra su inquietud por conocer la datación y la causa de formación de la gruta. «¿Qué antigüedad le podremos conceder a esta obra?», se pregunta. Su reflexión iba más lejos para estalagmitas y estalactitas que atribuía a «la mayor o menor gravedad que reside en los pensiles que van fluyendo de las primeras capas de aquellos peñascos que las cubren».



Sin señalar la fecha, el religioso relata el que sería el primer revés a aquella faceta espeleóloga suya: el grupo encontró dos grafitos con la firma de expedicionarios anteriores. «La señora doña Josefa Clar entró aquí en 1517», rezaba uno. «Mateo Crespí Roman entró aquí el año 1614», añade el otro. «Tan impensado hallazgo abatió aquel espíritu nuestro jactancioso que nos provocaba tenernos por los primeros conquistadores de esos lugares».



Tanto Ginés como Garau dan validez a los autógrafos. El geógrafo señala que ya en las cuevas del Pirata de Manacor o las de Cala Blanca en Menorca, se han encontrado grafitos del siglo XVII. «En 1862, con ocasión de la visita de la Reina Isabel II, se construyó una escalera de acceso a la gruta, pero los turistas entraban desde hacía más tiempo», añade Garau. Hasta la llegada de Martel a final de siglo a las Cuevas del Drach, las de Artà eran las más populares de Mallorca.



Lo que Cabrer no sabía es que su estudio tampoco sería pionero. «Por sólo un año de diferencia no fue autor de la primera monografía sobre una cueva balear. Joaquín Maria Bover se le adelantó en 1839 con un pequeño opúsculo sobre la gruta de Sant Lluís», explica Ginés. Su minuciosidad y el número de páginas serían, pues, su único baluarte como el Clarín de la espeleología.

Baleópolis nº116   28-06-2011

Fuentes

Viaje a a la famosa gruta llamada Cueva de la Ermita en el distrito de la villa de Artá de la isla de Mallorca


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