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lunes, 28 de noviembre de 2011

Joan Roman Calbet, el mecenas de la arqueología

Joan Roman Calbet
1849-1910

Un puñado de monedas púnicas fueron el primer paso. En aquel momento, Ibiza era casi un vergel para la numismática. Pero el creciente interés de Joan Roman Calbet por la arqueología y el acierto con el que clasificaba los hallazgos, le hicieron destinatario de las más diversas antigüedades. En unos años no sólo tuvo una de las colecciones más importantes de la isla sino que sería una pieza fundamental en la Sociedad Arqueológica Ebusitana además de un mecenas en la nueva disciplina.

Nació en Ibiza en 1849, pero pasó sus primeros años entre su isla natal, Valencia y Mallorca hasta iniciar en Madrid sus estudios universitarios. Barcelona se convertiría en su penúltimo destino, donde no sólo se licenció en Derecho en 1872 sino que comenzó a trabajar como pasante. En sólo unos años, la abogacía le llevó de regreso a Ibiza. Allí compatibilizó su profesión con la de profesor.

Poco después, la carrera política se convertiría en su principal ocupación hasta principios del nuevo siglo. Sería entonces cuando lo que había sido sólo una afición comenzó a perfilarse como un futuro profesional. La fama de su interés por la numismática y la arqueología hicieron que familiares y amigos le obsequiaran con todo tipo de antigüedades hasta reunir una de las colecciones arqueológicas más importantes de las Pitiusas.

Al mismo tiempo, en otro punto de la isla, un grupo de amigos encabezado por Arturo Pérez Cabrero (ver entrada), veía en esos hallazgos la oportunidad de comenzar un gran proyecto. Su objetivo era crear una sociedad que realizara excavaciones –principalmente en la necrópolis del Puig des Molins– y crear un museo. En 1903 aquellos propósitos se materializaron con la fundación de la Sociedad Arqueológica Ebusitana. Fue entonces cuando vieron en Roman Calbet un colaborador fundamental.

Santiago Rubió i Tudurí, el padre del metro catalán

Santiago Rubió
1892-1980

Santiago Rubió fue oyente en el metro de Barcelona antes de ejercer como ingeniero. Dos años después de los debates para la creación de la primera línea entre la Estación de Francia y Bonanova, se convirtió en director de la empresa que dirigía su construcción. El menorquín ya tenía experiencia en los funiculares, y los transportes acabarían por ser el objetivo de su avanzada ingeniería.

Santiago heredó la vocación profesional de su padre, el ingeniero militar Mariano Rubió. Nació en Mahón en 1892 y se licenció en Ingeniería Industrial en 1915 en Barcelona. Allí se había trasladado su familia después de que el patriarca fuera contratado para la urbanización y construcción de El Tibidabo. Sólo un año después de convertirse en licenciado, el menorquín afrontó su primer proyecto: un funicular entre el monasterio de Montserrat y la ermita de Sant Joan. Sería su inicio en la ingeniería de transportes, en la que continuaría en 1919 con las primeras reuniones que se celebraban en la Ciudad Condal para la construcción del metro. Allí estaban, incluido su padre, los grandes maestros del momento.

La Barcelona de principios de siglo se había transformado en un caos. Los primeros coches coincidían con los primeros autobuses, el ferrocarril, los carros de caballo y los más de 700 tranvías que cruzaban las calles. Los transportes de superficie no daban abasto en una ciudad que, entre 1900 y 1930, ya sobrepasaba el millón de habitantes. No quedó más remedio que recurrir a los túneles. El proyecto del suburbano se comenzó a gestar en 1908, pero tardaría casi dos décadas en hacerse realidad. 

domingo, 27 de noviembre de 2011

Friedrich Will, el topógrafo del Archiduque

Friedrich Will

Llegó a Mallorca siguiendo las huellas de Willkomm. Sus trabajos sobre Baleares inspiraron a Friedrich Will una expedición desde su faceta entomológica. Sin embargo, fue reencontrando a los colaboradores del botánico como conoció a la familia Moragues, propietaria de las cuevas del Drach. Con el Archiduque como mecenas, acabaría por realizar el primer estudio planimétrico de la gruta. Pocos datos se conservan sobre la biografía de Will. Originario de Alemania, donde algunas fuentes sitúan su nacimiento en 1847, fue teniente del ejército. Una carrera, la militar, que frustraría en varias ocasiones su soñada expedición a Baleares. Enero de 1880 sería la fecha en la que conseguió dejar atrás Munich para embarcarse hacia Mallorca.

Su tarjeta científica le presentaba como entomólogo. El segundo día de su estancia en Palma, donde se alojaba en una fonda de la calle Conquistador que acabaría por transformar casi en un gabinete de historia natural, comenzó la recolección de ejemplares. Apenas una jornada bastó para recopilar 600 entre los que se encontraban especies como el escarabajo Rhytideres plicatus o el Rhytirrhinus dilatatus. Pero había algo más. Friedrich Will llegaba inspirado por los trabajos que su paisano, el botánico Moritz Willkomm (ver entrada), había realizado sobre el archipiélago.

La firma de Willkomm en el libro de visitas de Raixa le puso en la pista. Conocer a Francisco Manuel de los Herreros fue el siguiente eslabón de la cadena. No sólo resultó haber sido uno de los mayores colaboradores de Willkomm, sino uno de los principales confidentes del Archiduque Luis Salvador. Un noble del que Will descubría el interés por los estudios científicos y la entomología.


domingo, 6 de noviembre de 2011

Emili Darder, el último alcalde republicano y el primer médico social

Emili Darder
1895-1937

Sin sistema de alcantarillado, ni agua potable, ni instalaciones sanitarias. La historia de Palma hace poco más de un siglo era la de una ciudad abocada a los contagios y a las enfermedades infecciosas. Las condiciones de insalubridad de fábricas, talleres y casas particulares las convertía en auténticos focos de infecciones. Fue el Plan de Reorganización de los Servicios Sanitarios Municipales de Emili Darder el que, en 1932, sentó los precedentes del actual sistema médico.

Aunque se le recuerda fundamentalmente por su labor política, Emili Darder fue primero médico. Nació en 1895 en Palma, hijo del también doctor Tomás Darder Ensenyat. Desarrolló sus estudios de Medicina entre Valencia, Barcelona y Madrid, donde trabajó, entre otros, con Santiago Ramón y Cajal. Sin embargo, en los años 20 regresó a Mallorca como jefe de epidemología del Instituto Provincial de Higiene de Baleares. «Allí comenzaron sus primeras campañas divulgativas de medidas preventivas y cuestiones de higiene: realizaba conferencias por los pueblos, imprimía carteles e incluso recurría a los audiovisuales», explica la historiadora Catalina Moner.


Mateu Orfila, el primer forense mahonés en el CSI del XVIII

Mateu Orfila
1787-1853

Comprar aspirinas hoy es tan fácil como lo era conseguir arsénico en el siglo XVIII. Se utilizaba en medicamentos de farmacia y veterinaria, en raticidas, en la fabricación de pinturas, en la agricultura... Era una sustancia tan accesible que durante un siglo fue la reina de los envenenamientos. La situación se disparó hasta tal punto que provocó la aparición de los primeros forenses y peritos judiciales. Un CSI primario en el que el papel de Gil Grissom lo encarnaba el menorquín Mateu Orfila.

Nació en Mahón en 1787 en una familia de origen campesino. Su padre quería que fuera marino pero, después de un intento frustrado, Mateu decidió optar por la ciencia. Estudió Medicina en Valencia mientras que aprendía química a través de las obras de autores franceses y de los experimentos que él mismo realizaba. Después pasó a Barcelona y a Madrid, pero España se le quedó corta y decidió dar el salto al país vecino. 

Dicen que llegó a París con cincuenta céntimos en el bolsillo, pero pasó a convertirse en uno de los personajes fundamentales de la época. Su prestigio le convirtió en médico de cámara de Luis XVIII, Carlos X y Luis Felipe I, además de presidente de la Academia Nacional de Medicina de Francia.

La historia de una isla ‘a medida’ que Armstrong nunca contó

En el siglo XVIII Menorca era una isla con muchos pretendientes. Las continuas conquistas y reconquistas la convirtieron en una especie de estrella mediática que acaparaba las páginas de los primeros diarios. Los sucesivos países que pasaron por allí cartografiaron el terreno dibujándolo a su medida. En 1752 The History of the island of Minorca, de John Armstrong, se publicaba conteniendo el mejor mapa visto hasta el momento. Pero ni era suyo ni era el primero.

Encartado entre sus páginas y sin referencia alguna aparecía aquel mapa: el supuesto primer intento científico de cartografiar Menorca que todos atribuyeron a Armstrong. «Las posteriores ediciones de la obra llegaron a citar textualmente su autoría. No era de extrañar, porque aquel ingeniero inglés era además muy buen dibujante», afirma el catedrático de Geografía Humana, Tomás Vidal Bendito. Fue él quien en sus investigaciones de 2001 descubrió el fraude que había perseguido a la Isla durante siglos.

El autor era efectivamente un ingeniero inglés llamado John, pero no Armstrong, sino Hargrave que en 1733 –20 años antes de la aparición del libro– había seguido las órdenes de la administración británica de levantar una cartografía de la Isla. 


Felip Bauzá, el GPS mallorquín con el que navegó Darwin

Felip Bauzá
1764-1834

Charles Darwin no estuvo nunca en Mallorca. Probablemente ni siquiera supiera que existía una isla con ese nombre. Pero sí compartió uno de sus viajes con un mallorquín. Fue la única vez que Darwin se enroló en un barco: el Beagle. Acababa de graduarse en Cambridge y la recomendación de su profesor de Botánica permitió que, con sólo 22 años, se embarcara como naturalista en una expedición británica con la que daría la vuelta al mundo y en la que comenzaría a fraguar su obra cumbre: El origen de las especies.

"Aquellas expediciones tenían un doble objetivo: por un lado, conocer mejor las posesiones de los imperios; y por otro, investigar las diferentes especies de animales y plantas", explica el doctor en Geografía y profesor de la UIB, Climent Picornell. En 1831 el Imperio Británico preparaba una nueva misión, la del Beagle. Su fin era cartografiar la zona más meridional de América del Sur, pero no partían de cero. Contaban con los mapas que había elaborado uno de los cartógrafos más prestigiosos: el mallorquín Felip Bauzá.

Bauzá nació en Palma en 1764, unos veinte años antes que Darwin. Estudió Matemáticas en la Academia de Pilotos de Cartagena donde desarrolló una brillante carrera como marino y dibujante. Su prestigio le llevó a ser director del Servicio de Hidrografía de la Armada Española y diputado de las Cortes por Baleares. Su reconocimiento como ilustrador le llevó a embarcarse como Oficial de mapas en la expedición científica de Alejandro Malaspina. Durante cuatro años –de 1789 a 1794– cartografió prácticamente toda la costa del Pacífico: desde Alaska hasta el Cabo de Hornos en el sur de Chile.


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