Carmelo Villalonga
En mayo de 1857 la imprenta palmesana de José Gelabert publicaba Breves esplicaciones de odontotecnia [sic]. Su autor, un supuesto mallorquín, Carmelo Villalonga, que se presenta como «cirujano-dentista». Faltaban aún veinte años para que se instaurara el título de odontólogo y su formación era poco más que una continua práctica. Pero la sequía bibliográfica del XIX convirtió su folleto en un texto pionero sobre la concienciación de la higiene bucodental y las prácticas odontológicas de la época.
«Proporcionar un bien a mis semejantes, manifestándoles las funestas y trascendentales consecuencias de que pueden ser víctimas los apáticos e incuriosos en esta parte de su organización». Ése es el objetivo con el que Carmelo Villalonga comienza sus Breves esplicaciones de odontotecnia [sic]. Un opúsculo de apenas 15 páginas publicado en 1857 en Mallorca por la imprenta de José Gelabert. Un artículo en el que concienciaba sobre la higiene bucal, denunciaba algunas prácticas extendidas y publicitadaba sus habilidades y servicios.
«Este tipo de folletos comenzaron a aparecer a principios del siglo XIX y uno de sus principales aspectos es el hecho de que instaran a los padres al cuidado y la limpieza de la dentadura de los niños», afirma el profesor de la Universidad Complutense de Madrid y presidente de la Sociedad Española de Historia de la Odontología, Javier Sanz. El primer objetivo de Villalonga era concienciar «del cúmulo de enfermedades a que se halla expuesta una boca descuidada».
El levantamiento de objetos pesados con los dientes, el abuso de los dulces y los alimentos muy calientes son algunas de las prácticas perjudiciales que reseña el mallorquín. Asimismo, apunta algunos productos utilizados para el aseo o la conservación de la dentadura que podían causar «agudos padecimientos». «Para la limpieza se utilizaban elixires con aguafuerte, que resultaban tóxicos. Y para el dolor de muelas, opiatas hechas a partir de opio», relata Sanz.