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domingo, 20 de marzo de 2011

Josep Truyol: el hombre cinematográfico

Josep Truyol
1868-1949

Salvo menciones concretas, nadie recuerda en Mallorca la historia de nuestro primer cineasta. Antes que Rafa Cortés, Toni Aloy o Agustí Villaronga hubo un palmesano que se convirtió en un auténtico ilusionista de la imagen. Un hombre que transformó su frustración como exhibidor en la musa de sus propias películas.

«Para retratos buenos y baratos, vaya a Truyol que los hace artísticos y con la cara alegre». Así anunciaba Josep Truyol su estudio de la calle Conquistador. Barcelona le acercó profesionalmente a la fotografía con su imparable curiosidad por las innovaciones técnicas. En su local creado hacia 1887 se convirtió en uno de los fotógrafos más conocidos de Palma y en el retratista de los acontecimientos históricos y sociales que se produjeron en la Isla.

Su interés por los avances técnicos le llevó junto al apotecario solleric Jaume Torrents a la Exposición Internacional de París en 1900. Allí descubrió el cine y decidió abrir un cinematógrafo a su regreso a la Isla. "El paso de la fotografía al cine era muy sencillo porque los lazos son muy fuertes. En Mallorca ya había habido proyecciones pero las que Truyol vio en París debieron de ser mucho más espectaculares", explica la licenciada en Historia del Arte y profesora asociada de la UIB, Catalina Aguiló.


Pere Joan Campins: el obispo de la Ilustración

Pere Joan Campins
1859-1915

La Historia nunca avanza igual para todos. Mientras la Revolución Francesa ponía el acento en la fuerza del pueblo, la Iglesia iba quedando cada vez más aislada. Hacía siglos que había perdido el tren de la modernidad y la conexión con su contexto real. Una distancia que el obispo Campins intentó acortar en apenas unos años.

Pere Joan Campins pasó toda su vida vinculado a la Iglesia: con apenas 11 años entró en el Seminario y, con sólo 25, fue consagrado sacerdote. Se había licenciado, además, en Teología y Derecho Canónico en Toledo, uno de los centros con más prestigio de la época.

Su trayectoria y su personalidad le convirtieron en uno de los personajes más queridos en la Iglesia mallorquina. A la muerte del obispo Jacint Maria Servera, todos los rectores de la Isla firmaron un documento en el que pedían que Campins –por entonces vicario capitular– fuera designado como nuevo obispo. "Costa i Llobera fue uno de los que más intervino en el proceso, ya que era muy influyente. Su amistad con monseñor Guerri era un hilo directo con el Vaticano", explica el director de la Biblioteca Diocesana, Gabriel Seguí. El nombramiento se hizo efectivo en 1898.


Vicenç Mut: el científico que desmanteló la estrella de los Reyes Magos

Vicenç Mut
1614-1687

En el siglo XVII los cometas despertaban el mismo asombro y fascinación que las estrellas fugaces en la actualidad. Cuerpos celestes que cruzaban el firmamento sin causa ni explicación aparente. Con la herencia arrastrada de las religiones animistas –que atribuían los fenómenos naturales a dioses o espíritus–, la creencia popular consideraba a los cometas como los causantes de los terremotos, las guerras, el hambre e incluso la muerte.

«En los libros sagrados de las religiones se hace referencia a los cometas. Incluso la Biblia habla de esa estrella que guió a los Reyes Magos», explica el historiador y farmacéutico, Joan March. «El pavor que causaban provenía, principalmente, de la irregularidad de sus apariciones en comparación con el Sol o los planetas», añade. Un hecho que haría aún más importante la aparición de una nueva corriente científica y racionalista que en Mallorca –e incluso en toda España– lideraría Vicenç Mut. Sus teorías ayudarían a despojar a estos fenómenos astronómicos de cualquier connotación maligna.

Vicenç Mut Armengol nació en Palma en 1614. Ingresó como jesuita en Montesión para formarse en Leyes y Matemáticas, pero pocos meses después abandonaría la compañía para iniciar la carrera militar. 


sábado, 19 de marzo de 2011

George Cleghorn: el escocés que quiso ser el hombre del tiempo


George Cleghorn

Nubes de evolución, anticiclones y precipitaciones moderadas. Cuando George Cleghorn llegó a Menorca no conocía ninguna de estas expresiones; ni siquiera que, a la que iba a ser su nueva casa, la llamaban l’illa del vent. Fue el primero en observar el cielo y convertirse en el hombre del tiempo.

Su excelente currículum estudiantil hizo que en 1736 fuese destinado a Menorca con sólo 20 años. Una especie de beca Erasmus como cirujano del 22º regimiento de infantería del general Saint Clair. Se había formado en cirugía con el prestigioso profesor Monro –que le acogió en su propia casa– y complementó sus estudios con cursos de botánica y química. Finalmente se licenciaba en Medicina en su Edimburgo natal.

Pasó 13 años en la isla, pero no fue hasta su vuelta a Londres cuando se conoció la verdadera importancia de aquella estancia. En 1751 publicaba Observations on the epidemical diseases in Minorca

«En aquella época los médicos y científicos solían recoger en una obra sus experiencias fuera de su país para que pudieran ser útiles para otros. A Cleghorn le recomendaron hacer un libro de topografías médicas que analizase la relación entre las enfermedades más frecuentes y las características del clima», explica el historiador menorquín Josep Miquel Vidal Hernández.


Francis C.R. Jourdain: el coleccionista de huevos

Francis C.R. Jourdain
1865-1946

Si Francis C.R. Jourdain viviera hoy en día sería poco más que un delincuente y un científico clandestino. Barceló i Combis (ver entrada), Von Jordans (ver entrada), Philip W. Munn... (ver entrada) Todos ellos habían inventariado y catalogado la avifauna balear. Él quiso ir un paso más allá. Exploró en los nidos, midió y recolectó los huevos y se convirtió en un precursor de la oología en las Islas.

Su carrera religiosa le vino dada casi por herencia. Francis C.R. Jourdain nació en marzo de 1865 en Ahsbourne (Inglaterra), primogénito del reverendo F. Jourdain. Tenía poco más de veinte años cuando, tras graduarse en el Magdalen College de Oxford, fue ordenado sacerdote en 1890. Cuatro días después, se le designó como vicario de Clifton donde permaneció veinte años hasta convertirse en rector de Appleton (Berkshire) en 1914.

Jourdain se retiró en 1925, y nada se sabe de dónde continuó su vida. Hacía ya años que recorría el mundo en pos de aquella ornitología en la que se inició como investigador amateur y llegó a convertirse en una autoridad en toda Europa. Viajó a Chipre, Holanda y Córcega, pero también a África del Norte y a Asia. En 1921 lideró las primeras expediciones al Ártico, llegando a las islas de Spitsbergen y Bear Island. El fruto de aquellos trabajos se publicó en la revista Ibis. Entre 1938 y 1941 elaboraría su gran trabajo editorial: los cinco volúmenes de The Handbook of British Birds.

Bartolomé Catany, el fundador del Hospital General

Bartolomé Catany
s.XIV-1462

No pasó un año desde la conquista de Jaime I hasta que Mallorca contó con su primer hospital. A aquel de Santa Eulalia –fundado por Nuño Sanç– le siguió una proliferación que acabó con siete hospitales en el siglo XV. El de San Lázaro, para leprosos; el de Santa Catalina, para marineros pobres; y el de Rossos, para los niños huérfanos. Una situación insostenible que llevó al Gran i General Consell a decidir su fusión. Una empresa en manos de Bartolomé Catany que dio como fruto la creación del Hospital General.

Nació en Felanitx a finales del siglo XIV y se convirtió en un personaje fundamental del siglo XV en Mallorca. Se formó en Teología –probablemente en Francia– e ingresó en la orden de los franciscanos. "En aquel momento mucha gente optaba por la vida religiosa para no pasar penurias, y los templos acababan por convertirse en inmorales. Catany fundó la rama de los observantes que se comprometían a llevar una vida austera como San Francisco de Asís", explica el historiador Guillem Morro autor de Bartomeu Catany, un teòleg al servei del compromís i la concòrdia.

Su faceta eclesiástica le llevó a ser reclamado por las instituciones."Ser predicador significaba no sólo un alto cargo religioso sino también político", afirma Morro. Su fama le llevó a ser llamado como intermediario en la guerra civil de Barcelona y en el levantamiento forà de Mallorca por petición expresa del Papa Pío II.

Margaret Murray y el jeroglífico de las taulas

Margaret Murray
1863-1963


Cuando Margaret Murray llegó a Trepucó el recinto se le antojó como una mina arqueológica a cielo abierto. Una enciclopedia histórica más famosa entre los cazadores de tesoros que entre los científicos. Su llegada, después de años de ardua lucha, rompió con ese currículum de saqueadores para dar paso a la arqueología y a descifrar el secreto de las taulas.


Todo parecía dispuesto en la vida de Margaret Murray para que su nombre nunca pasara a la posteridad de no ser por su tenacidad. Su madre, Margaret Carr, se había marchado a la India como misionera para luchar contra la miseria. Allí, en Calcuta, nació ella. Y era apenas una adolescente cuando entró como enfermero en el Hospital General de la ciudad.

El conservadurismo de aquella sociedad victoriana y el de su propio padre, un rico comerciante inglés, relegaban sus responsabilidades a las de madre y esposa como había ocurrido con su hermana. Fue en casa de ésta en la ciudad de Madrás cuando una noticia cambiaría su vida. Corría 1893 y The Times anunciaba que el prestigioso W.M. Flinders Petrie iba a impartir clases de escritura jeroglífica en Londres.

Su padre había fallecido hacía dos años y Margaret –pese a que ya rondaba los 30– decidió iniciar los estudios universitarios que siempre le habían sido negados. Viajó a Londres y se convirtió en la primera mujer egiptóloga especializada, además, en escritura jeroglífica. El propio Petrie la convirtió en profesora asistente del University College y en su ayudante, un puesto con el que participó en sus primeras campañas arqueológicas.

Dorothea Bate: la espeleóloga que cambió los tesoros por fósiles

Dorothea Bate
1878-1951

A mediados del siglo XIX el feminismo cobraba fuerza en Inglaterra. Las mujeres pedían controlar sus propios bienes, su admisión en las universidades y el sufragio femenino a lo que la Cámara de los Comunes contestaba incluyendo de forma explícita la palabra varón entre los requisitos para el derecho al voto. Una efervescencia social en medio de la que nacía Dorothea Bate, una aventurera que recorrió el mundo en busca de fósiles y que en Mallorca la llevó a bautizar una nueva especie: el Myotragus Balearicus.

Para Dorothea su forma de entender el feminismo era, en la medida de lo posible, hacer oídos sordos a todas las limitaciones que se le imponían a la mujer. A los 19 años consiguió un empleo en el Museo de Historia Natural de Londres donde clasificaba piezas. «Fue la primera mujer en entrar en el museo y en un mundo en el que no se las tenía en cuenta», afirma el investigador del CSIC y vicedirector del Instituto Mediterráneo de Estudios Avanzados (IMEDEA), Josep Antoni Alcover.

Bate no tuvo acceso a una educación formal pero su práctica y su curiosidad constante le llevaron a ser una de las espeleólogas más importantes de la época, una auténtica fossil-hunter (cazadora de fósiles). A los 22 años emprendió su primera expedición a Chipre en busca de fósiles. El hallazgo de 12 nuevos yacimientos le animó a seguir sus viajes por Creta, Córcega, Malta... En 1909 llegaba a Mallorca.


Fernando Weyler Laviña: el atlas médico

Fernando Weyler Laviña
1808-1879

Habían pasado sólo unos meses desde que el Cuerpo de Sanidad Militar encargara la redacción de topografías médicas en sus territorios, cuando se suspendió la orden. Fernando Weyler Laviña no daba crédito. Era su segundo intento, tras uno frustrado, de elaborar un atlas científico de Baleares centrado en Mallorca. Sólo Menorca contaba con precedentes dignos de mención. El empeño pudo al levantamiento de la orden y en 1854 publicó, por fin, su estudio médico.

Cuando Fernando Weyler nació, en el Madrid de 1808, su padre –coronel– aún luchaba contra las tropas napoleónicas. Sería el mismo por el que la familia se trasladaría a Barcelona donde el madrileño pudo ingresar en el Colegio de Cirugía y formarse, además, en botánica. Tras licenciarse en 1829, se marchó a París para ampliar su formación en los grandes hospitales.

A su vuelta a España, Weyler inició su carrera médica. Primero fue destinado a Filipinas como cirujano del ejército. Al regresar, trabajó en Barcelona y Granada antes de llegar a Mallorca. Sólo la guerra de África de 1859 le obligó a marcharse de nuevo antes de instalarse definitivamente en Palma para ejercer en el Hospital Militar.

Sus primeras publicaciones habían desarrollado aquella faceta botánica que mantuvo paralela a su formación. Desde los Elementos de la botánica anatómica (1843) a la traducción de los estudios de Cambessèdes en Baleares que hoy aún permanece inédita.


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