J.M. Guardia Bagur
1830-1897
A la inteligencia de José Miguel Guardia Bagur le ganaron su inestabilidad y su ímpetu. Era un espíritu inquieto sumido en una eterna insatisfacción que le volvió huraño y polémico. Vivió siempre con el corazón dividido entre su Menorca natal y su Francia adoptiva. Alejado de la medicina práctica, se convirtió en un auténtico historiador de la misma. Un teórico en pleno esplendor del enciclopedismo.
Nació en enero de 1830 en Alaior ya con la impronta de la profesión médica de su padre. Después de estudiar Matemáticas y Filosofía en Ciutadella, sus progenitores –fascinados por el ejemplo de Mateu Orfila (ver entrada) y con enorme sacrificio– envían al joven José Miguel a estudiar al Colegio Real de Montpellier. Tenía sólo catorce años.
Por momentos, la cantidad de conocimiento disponible en las bibliotecas le abrumaba. Allí comenzó sus estudios de Medicina y en 1853 se convertía en Doctor. Su tesis sería la primera de sus grandes obras: Quelques questions de philosophie médicale, un análisis de la influencia de la filosofía en la evolución de las doctrinas médicas en Grecia.
A partir de ese momento, las pistas sobre la vida de Guardia Bagur son confusas. Mientras algunos artículos aseguran que el menorquín siguió instalado en Francia, Joaquim Verdaguer en su obra Un menorquí indòmit afirma que, tras doctorarse, regresó a la isla. Según el relato de Verdaguer, después de pasar seis años inmerso en las últimas corrientes científicas europeas, la vuelta a Menorca fue un golpe muy duro. Se sentía encerrado.
Pese a que otros escritores aseguran que nunca ejerció la medicina, el autor le sitúa como asistente en la consulta de su padre, Nicolás Guardia. Su prestigio crecía igual que las horas de trabajo. Además de sentir que la isla se le quedaba pequeña, su empleo hacía imposible la investigación teórica que le apasionaba. Empezaba a cuestionarse su vocación médica y la angustia le volvía el carácter agrio. Decidido, volvió a marcharse a París donde comenzó su época dorada.
Allí se graduó como Doctor en Letras, fija su residencia en la ciudad y adopta la nacionalidad francesa en 1864. Su nombre empezaba a sonar en la sociedad parisina y en los medios científicos como historiador y filósofo de la medicina. Su febril actividad teórica estuvo siempre al margen de lo oficial, en la llamada escuela libre.
Guardia Bagur intentaba explicar de forma didáctica, y según el esquema comtiano, la evolución del pensamiento médico. Creía que la ciencia del hombre –o filosofía de las funciones vitales– debía ser estudiada desde la medicina y su historia más que desde la metafísica como se había planteado hasta el momento. Dedicó un estudio al precursor de la psicología profesional psicotécnica, Essai sur l’Ouvrage de J. Huarte. Escribió dos historias generales de la Medicina, entre ellas Histoire de la médecine d’Hippocrates à Broussais et ses successeurs. Según Verdaguer, a «años lejos de la actual especialización pero no del enciclopedismo».
En 1886 empezó una serie de monografías sobre filósofos españoles –Oliva Sabuco, Gómez Pereira, etc.– que le llevó a entrar en polémica con Menéndez Pelayo. Colaboró en la Revue des deux Mondes, La Gazette Médicale y Le Temps. Recuperó a los teólogos españoles del siglo XVI, a Ramon Llull y tradujo al francés obras de Cervantes. «Los años dorados le cambian la cabeza. Se ha hecho más intransigente en sus ideas. Habla con violencia y es experto en poner veneno en sus palabras», relata Verdaguer.
Pese a su prestigio intelectual, su egolatría y su acritud complican su trayectoria. Su mal carácter le cierra las puertas a una cátedra de Historia y le hace perder su puesto como bibliotecario en la Academia de Medicina de París. La polémica por su obra L’Etat enseignant et l’Ecole Libre llevó también a su destitución como director de la Escuela Monge.
Ocupado en su investigación y sus polémicas, al menorquín apenas le duraban los empleos. «El padre le envía dinero mientras el hijo no alcance una situación económica independiente, pero el hijo no tiene tiempo de hacerlo. [...] Guardia no llevó nunca brújula que le señalara sus conveniencias», afirma Verdaguer. Hay quien asegura que llegó a relegar de su patria y, de hecho, salvo algunos homenajes y un instituto en Alaior con su nombre, Guardia Bagur siempre ha sido más reconocido en Francia. Murió en julio de 1897 en París a cuyo Museo de Antropología, dicen, un grupo de admiradores y discípulos entregó su cerebro.
Baleópolis nº66 08-06-2010
Fuentes
José Miguel Guardia Bagur
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