Antoni Roca i Flaquer
1825-1900
Antoni Roca i Flaquer fue un superhéroe en los tiempos en que las miasmas centraban la atención sanitaria. Una especie de cazafantasmas clínico contra todos aquellos efluvios malignos que, como se creía, desprendían los cuerpos enfermos y las materias corruptas. Un mal invisible llamado epidemia contra el que él luchó, sin apenas medios, a capa y espada.
Nacido en Mahón en 1825, Antoni Roca i Flaquer puso el punto y seguido a la saga de empresarios de la navegación que predominaba en su familia. Con él se inició de prestigiosos médicos. Después de cursar la enseñanza básica en Ciutadella, se trasladó a la Universidad de Barcelona para estudiar Física experimental y Química.
En 1843 comenzó sus estudios en Medicina por los que obtuvo el grado de Bachiller en Medicina y Cirugía y, dos años después, el título de licenciado. Sería en ese mismo año cuando leyó una memoria: "Com obra el cloroform en l'economia humana, i en quines circumstàncies està indicat o deixat d'estar-ho?", su primer texto científico.
En 1843 comenzó sus estudios en Medicina por los que obtuvo el grado de Bachiller en Medicina y Cirugía y, dos años después, el título de licenciado. Sería en ese mismo año cuando leyó una memoria: "Com obra el cloroform en l'economia humana, i en quines circumstàncies està indicat o deixat d'estar-ho?", su primer texto científico.
Después de acabar la universidad, el menorquín se trasladó a Montpellier para cursar una especialidad en Oftalmología, tras la cual regresó a su isla. Sin embargo, allí la situación histórica de la medicina no permitía ejercer esta faceta. «Las esecialidades médicas aparecen a mediados del siglo XIX, pero en Menorca se retrasarian hasta el XX. Rafael Saura Eymar (ver entrada) fue uno de los primeros especialistas, en su caso en ginecología. Pons i Marqués fue probablemente, el primer oculista que se recuerda, ya que fundó el primer gabinete oftalmológico en Mahón», afirma el vicepresidente del Ateneo de Mahón, Miguel Ángel Limón.
De vuelta a Menorca, sus primeros años de ejercicio pasaron como médico del primer batallón del Regimiento de Isabel II. Pese a que durante una breve temporada viajó a Lleida como médico auxiliar de su hospital provincial, regresó para convertirse en interino del Hospital Militar de Mahón por Real Orden en 1861.
Con su nombramiento como médico consultor del Lazareto de Mahón en 1868 remató su vinculación con las epidemias. Su cargo como director médico de la Dirección de Sanidad Marítima le llevó a hacer la visita a las naves en tránsito por el puerto. Al frente de la sección sucia de la institución - donde se internaban los viajeros susceptibles de sufrir alguna enfermedad - accedió voluntariamente a asistir a varios individuos procedentes de Puerto Rico atacados de fiebre amarilla. «Todo en una época en la que la falta de recursos y de conocimientos hacía que más que dedicarse al tratamiento, los esfuerzos se centraran en evitar la propagación del mal», explica Limón.
Tres años antes, Roca i Flaquer tuvo su actuación más memorable y la que le valió cierto reconocimiento para la posteridad: su intervención en la epidemia de cólera asiático que atacó la isla en otoño de 1865.
El brote tenía en jaque a todo el Mediterráneo oriental: desde Cataluña hasta el área francesa de Marsella pasando por Valencia y Baleares. Uno de los últimos grandes casos de cólera del siglo XIX que, en Menorca, se cebó con los municipios de Ciutadella y Es Mercadal. «En este último, el médico titular enfermó, aunque no por la epidemia, y cuando el Ayutamiento de Mahón hizo un llamamiento para solicitar refuerzos, Antoni Roca i Flaquer acudió voluntariamente», relata el vicepresidente del Ateneo mahonés.
En el punto álgido de la epidemia, el médico se trasladó a Es Mercadal para seguir de cerca la evolución de la enfermedad. «Los medios eran mínimos y él acudió sabiendo que ponía en peligro su propia vida. El brote comenzó en otoño y antes de Navidad ya se había levantado el cordón sanitario», afirma. Una frontera que hiciera imposible el paso de personas e incluso de mercancías sin permiso de las autoridades.
Se creía que los cuerpos enfermos, las materias corruptas y las aguas estancadas producían unos vapores que trasladaban la enfermedad de un lugar a otro. Los efluvios que Thomas Sydenham y Giovanni María Lancisi bautizaron como miasmas en el siglo XVII y que durante mucho tiempo se pretendieron combatir con la fumigación de perfumes y gases fuertes.
«Tenía que ser el ángel salvador que, corriendo veloz y espontáneamente hasta el lugar infectado de donde todos huían llenos del más profundo terror», escribía la prensa local sobre su hazaña. Una batalla de superhéroe sanitario que le valió ser nombrado Hijo Ilustre.
Durante sus últimas décadas, Roca i Flaquer combinó su actividad médica con la consular, siendo vicecónsul de Suecia - Noruega durante ocho años, y después de Portugal hasta que la enfermedad le impedió seguir. Poca información se tiene sobre la causa que le quitó la vida en 1900. Quizá alguna de aquellas epidemias demoníacas le venció el pulso en un descuido. Cuando murió, la prensa de Mahón pidió para él un reconocimiento que hiciera justicia a su valentía. Cuentan que los funerales por su alma fueron los más solemnes que se recuerdan.
Baleópolis nº56 30-03-2009
LIMÓN, Miguel Ángel. Metges al microscopi: Antoni Roca i Flaquer, el doctor de les epidèmies
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