Damià Carbó
Desde los albores de la Historia –cuando ésta aún se escribía entre textos sagrados– la mujer ha sido ensalzada por la facultad, el prodigio, de traer niños al mundo. Criaturas que se desarrollan con macerada lentitud durante nueve meses en el vientre de madres que aúnan todos sus miedos en el momento del parto. Tampoco hay película que se precie sin un parto imprevisto, un niño nacido de camino al hospital. No faltarán, entonces, espontáneos auxiliares. Sin saber que hubo un tiempo en el que las mujeres también eran las únicas facultadas para obrar ese milagro del nacimiento.
Las matronas fueron durante la Edad Media mujeres muy valoradas socialmente. Su oficio pasaba de generación en generación con la única formación de la propia práctica. Algunas tuvieron entre sus manos la responsabilidad del parteo de futuros herederos a la Corona. Para otros, también eran seres peligrosos por sus conocimientos en temas tabú para la época: aborto, esterilidad o virginidad. Temas presentes también en la primera obra de obstetricia en castellano aparecida en 1541: Libro del Arte de las Comadres o madrinas del regimiento de las preñadas y paridas y de los niños, del mallorquín Damià Carbó.
«Es uno de los libros más importantes que tenemos en Mallorca, pero no por suponer una revolución científica, sino por haber recopilado todo el conocimiento que había sobre el parto. Conocimientos teóricos que provenían de obras extranjeras y de autores clásicos», explica la profesora de Historia de la Enfermería de la UIB, Gloria Gallego. Un saber teórico porque los hombres tenían vetada la entrada a los partos.
Damià Carbó perteneció a una saga de cirujanos establecidos en Mallorca. Titulado en Artes y Medicina en Valencia, escribió su Libro de las Comadres por la petición de un caballero cuya mujer tenía problemas para quedarse embarazada. Su objetivo era enseñar el arte y las reglas del parto. «Atendía las necesidades de la embarazada y del niño, cuidados y tareas como cortar el ombligo, pero no es comparable a la calidad científica de otras obras de la época. Aún tenía mucho de religión y supersticiones», afirma Gallego.
Junto a las prácticas más avanzadas se incluían conjuros como el de colocar una pluma del ala izquierda de un águila o buitre debajo del pie izquierdo de la madre. La concienciación de la responsabilidad que tenía el trabajo de las parteras motivó algunos intentos de regulación. En muchos casos, su propia práctica producía en la madre o en el niño graves infecciones que podían conducir a la muerte. Los Reyes Católicos establecieron el Tribunal del Protomedicato encargado de examinar y aprobar sus conocimientos.
Sin embargo, la urgencia de los partos hacía que las mujeres recurrieran a las comadres más cercanas independientemente de su homologación. Según Gloria Gallego, este intento de legalización no pretendía ser un ataque contra sus prácticas sino contra los cirujanos de cortinilla: «Supuestos sanadores que montaban un tenderete en los mercados y sacaban muelas y demás operaciones».
Con apenas el 20% de la población alfabetizada, algunos autores han discutido el verdadero valor pedagógico de la obra de Carbó. «Se sabe que había mujeres más cultas que leían a otras en sesiones de lectura. El gran mérito que tuvo Carbó fue escribir su obra en castellano y no en latín, en la lengua del pueblo».
La experiencia, la honradez y la devoción eran los requisitos máximos que el médico mallorquín exigía a las comadronas. Sin embargo, el apartado de los nuevos fármacos aparece en su obra escrito en latín. Un hecho que ha sido interpretado como la única fórmula existente o como la encriptación de esos conocimientos.
La regulación de las parteras crecía paralela a la necesidad de asistencia médica durante los partos. Los médicos ganaban en presencia y consideración al mismo tiempo que ellas la perdían. «Se encriptaba la información en latín porque se consideraba a las comadres y a los sanadores como intrusos. La distinción era muy clara: los médicos eran aquellos que no se manchaban las manos durante su trabajo».
El gran cambio en los partos llegaría con el descubrimiento de la teoría del contagio y con la profesionalización de comadres y enfermeras. «Y no sólo por eso, sino porque ahora se sigue todo el proceso desde el hospital». Siempre que a uno le dé tiempo a llegar.
Baleópolis nº3 24-02-2009
Fuentes
CARBÓ, Damià. Libro del Arte de las Comadres o madrinas del regimiento de las preñadas y paridas y de los niños
SERRANO, Inmaculada. La formación de matrona a lo largo de la Historia
GALLEGO, Gloria & alter. Las parteras y/o comadronas del siglo XVI: el manual de Damià Carbó
SÁNCHEZ, Teresa. El atavismo médico renacentista en la interpretación de la fecundidad y la esterilidad humanas.
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