Francesc Hernández Sanz
1863-1949
Con Francesc Hernández Sanz, Menorca perdió un médico pero ganó un prolífico historiador y arqueólogo. Abandonó la carrera de Medicina en Barcelona y, de vuelta a su Mahón natal y bajo la influencia de Llabrés Quintana (ver entrada), convirtió su talento como dibujante y su tesón como investigador en las armas para rescatar el patrimonio de la isla.
Nació en Mahón en junio de 1863, en el seno de una familia de destacados escritores e investigadores. Pero su orientación iba a ser, en un principio, otra. Estudió bachiller en su localidad natal poco antes de trasladarse a la Universidad de Barcelona para cursar la carrera de Medicina.
Francesc Hernández Sanz parecía decidido, pero pasaron sólo tres años hasta que abandonó sus estudios. El contacto directo con el sufrimiento de los enfermos le descubrió que aquella no era su vocación. Pese a su buen expediente, despidió su carrera y rescató aquella afición por la ilustración de su juventud y la transformó en su porvenir.
Su vida dio un giro de 180 grados. Pese a que decidió seguir viviendo en Barcelona durante once años más, sus días transcurrían entre las revistas y los periódicos ilustrados de la ciudad. Retrató los paisajes de Cataluña, escenas de teatro, personajes curiosos y su nombre se convirtió en un habitual de publicaciones como la prestigiosa Ilustración Hispano Americana, La campana de Gracia o L'esquella de la Torratxa.
En 1894 regresó a Mahón para incorporarse al instituto municipal como profesor de dibujo, cargo que desempeñó hasta su jubilación en 1940. Fue allí, con Gabriel Llabrés Quintana como compañero de docencia, cuando su faceta de ilustrador tuvo una nueva aplicación: la arqueología. Hernández Sanz recuperaba así un interés que ya había desarrollado durante su juventud.
Su álbum de dibujo adolescente incluía ya los esbozos de los rincones más característicos de Menorca y los yacimientos arqueológicos más destacados. La influencia de Llabrés Quintana hizo luego que pasara de la arqueología pura al campo de la investigación documental. «Francesc Hernández participó en varias excavaciones de la época de las que documentó tanto lugares como hallazgos», señala la archivera municipal de Mahón y responsable del Museo Hernández Sanz-Hernández Mora, Maria Àngels Fernández.
Aquella herencia de Llabrés Quintana se extendió también a la dirección de la Revista de Menorca en 1898 cuando éste abandonó la isla. La publicación –"que logró salvar poniendo dinero de su propio bolsillo", apunta Fernández– se convirtió en 1906 en el medio oficial del Ateneo de Mahón.
Durante 40 años, hasta que la Guerra Civil interrumpió su publicación, el nombre de Hernández Sanz estuvo ligado a aquella revista de la que fue también editor. En ella volcó la mayor parte de su producción ligada a la investigación histórica de Menorca. Apuntes de historiografía menorquina, Las navetas o Noticias generales sobre los monumentos megalíticos de Menorca fueron algunos de sus artículos.
Su obra más reconocida fue el Compendio de geografía e Historia de la isla de Menorca (1908). Un tratado que, según algunas fuentes, no ha sido superado pese a la multitud de monografías publicadas sobre la Historia menorquina. En su trabajo, investigó también aspectos curiosos como la colonia griega establecida en la isla en el siglo XVII o un estudio sobre los enterramientos de soldados franceses en Baleares.
En 1910, el menorquín se convirtió en archivero y cronista de Mahón, un puesto desde el que atesoró todo tipo de documentos históricos. Salvó también los fondos documentales de la Real Gobernación y del Real Patrimonio de Menorca para reunirlos en el Archivo Histórico de Mahón.
En 1999, cuando se cumplían 50 años desde la muerte de Hernández Sanz, su familia donó su legado a la pinacoteca del claustro del Carmen de Mahón. El museo, que hasta entonces guardaba el patrimonio de su hijo, Joan Fernández Mora, se bautizó también con su nombre.
Obras pictóricas, piezas de artes decorativas y mobiliario componen la parte fundamental del museo. "Pese a que Hernández Sanz ya expuso en vida parte de su legado en el Ateneo, este centro no abrió sus puertas hasta 1983", explica Fernández. En sus fondos destaca también una colección cartográfica del menorquín –centrada en el siglo XVIII– y una gran biblioteca relacionada con Menorca. "De sus excavaciones se conserva también abundante documentación. Las piezas halladas pasaban al Museo Municipal, hoy Museo de Menorca", añade la archivera.
En su muerte en 1949, el mismo año en el que fue nombrado Hijo Ilustre de Mahón, había ya sumado a su currículum el cargo de vicecónsul de Holanda. «Fue un hombre tremendamente polifacético», apunta Fernández. Su listado de reconocimientos también lo demuestra: desde su pertenencia a la Societé Préhistorique de Francia a la Academia de Bellas Artes de San Fernando pasando por la Cruz de Primera Clase de la Orden del Mérito Naval.
Baleópolis nº111 24-05-2011
Fuentes
islademenorca.org
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