Carlos Cristos
1956-2008
Carlos Cristos consagró su vida y su muerte a la medicina. En la radio se convirtió en el responsable de varios espacios de divulgación y en Ruanda, en voluntario para la reconstrucción del sistema sanitario del país. Fue en Mallorca donde, como médico de familia, tuvo que comunicar a sus pacientes los más diversos diagnósticos. Nunca pensó que un día sería él quien recibiría la noticia de aquella Atrofia sistémica múltiple que le atacaba. Una dolencia irreversible cuyo testimonio quiso convertir en un documental.
Vigo, 1956. Nace Carlos Cristos. Apenas faltan unos años para que comience a fantasear con la idea de ser médico de familia y tratar a los pacientes cara a cara. Un sueño factible que pasó por una licenciatura en Medicina y otra en Cirugía antes de hacerse realidad.
Pero la bata blanca y la chapa en la solapa pronto dejaron de ser suficientes. Carlos quería más y, sucesivamente, fue implicándose en nuevos proyectos: creó un programa de informática sanitario pionero a nivel mundial, se dedicó a divulgar la ciencia desde las ondas de Radio Nacional y se trasladó como voluntario a Ruanda donde ayudó a la reconstrucción del sistema sanitario del país.
A Mallorca llegó años después, ya convertido en un eficiente médico de familia. Desde su consulta tuvo que transmitir a sus pacientes todo tipo de pronósticos. Podría haberse acostumbrado, pero él nunca pensó estar al otro lado aquel día en que, con sólo 47 años, le diagnosticaron Atrofia sistémica múltiple (ASM).
«Fui consciente de lo que me había tocado cuando lo leí en el libro gordo de medicina que suelo usar», explicaba él a los periodistas. Aquel diagnóstico de enfermedad neurodegenerativa e irreversible fue un mazazo. Nunca había pensado que sería él quien, como paciente en la consulta, recibiera tal noticia. Pasaron meses hasta la aceptación. Vinieron el enfado, la incredulidad, los porqués.
«Fui consciente de lo que me había tocado cuando lo leí en el libro gordo de medicina que suelo usar», explicaba él a los periodistas. Aquel diagnóstico de enfermedad neurodegenerativa e irreversible fue un mazazo. Nunca había pensado que sería él quien, como paciente en la consulta, recibiera tal noticia. Pasaron meses hasta la aceptación. Vinieron el enfado, la incredulidad, los porqués.
Era el año 2000 y Cristos llevaba décadas en Palma trabajando como médico de familia. Con la cuenta atrás asumida –las mejores expectativas le auguraban cinco años de vida– decidió poner barrera a los cambios que la ASM podía hacer en su vida. Un día, con un documental de la BBC en la pantalla del televisor, sintió la necesidad de realizar uno. De hablar de aquella enfermedad que afectaba a tan pocos pacientes –apenas 800 en todo el mundo– que difícilmente iba a ser investigada.
EL DOCUMENTAL
Recordó a aquel cineasta valenciano, Toni Canet, que había conocido una Nochevieja 24 años atrás en Vigo y le propuso filmar su enfermedad. Canet tardó meses en decidirse hasta que el equipo de rodaje se convirtió en su sombra. Convivieron tres años con Carlos Cristos hasta conseguir 70 horas de grabación que desembocaron en el documental Las alas de la vida.
La Atrofia sistémica apenas se mencionaba. Cristos no quería hablar de ella, sino de los grandes temas que aparecen al final de la vida: la lucha contra la enfermedad, el testamento vital, los cuidados paliativos, el entorno familiar y el papel del cuidador. No quería rodar otro Mar adentro, «ésa era una película a favor de la eutanasia. Si la nuestra defiende algo es que está a favor de la sanidad pública y de la dignidad de la vida», aseguraba él.
Él seguía intentando levantarse cada día, consciente de que los movimientos que dejara de hacer no volvería a repetirlos nunca más. Junto a Guillem Gost inventó aparatos que mejoraran la calidad de vida de los enfermos de ASM, una atrofia que no afectaba al intelecto ni a la memoria pero sin tratamiento conocido. Su cuidador, Omar Karpyza, fue el mejor ejemplo para comprender el trabajo de una persona que se hace cargo de un enfermo dependiente las 24 horas del día.
Mientras la película entraba en la fase de montaje de la que saldría diez meses después, Carlos Cristos siguió su propia peregrinación. Investigó su enfermedad, siguió en la radio hasta que la ASM le dificultó la locución y, a través de internet, se convirtió en el consejero de pacientes en todo el mundo.
Una semana antes de su muerte en abril de 2008, Carlos Cristos vio su proyecto cumplido con la emisión del largometraje en TVE. Allí, el entonces ministro de Sanidad, Bernat Soria, se comprometió a divulgar la película por sus valores que ayudaban a cumplir los objetivos de la Estrategia de Cuidados Paliativos. Una noticia que transmitió personalmente a Carlos en su domicilio. El mismo año la cinta consiguió en la Seminci de Valladolid el premio al Mejor Documental y se convirtió en material escolar para los colegios franceses.
Dicen que en el camino hacia la muerte, no abandonó nunca la serenidad ni la sonrisa. En vida, había hecho todo lo posible por la medicina y los enfermos. Tras su fallecimiento, Las alas de la vida fue el mejor testimonio de cómo enfrentarse al peor diagnóstico.
Baleópolis nº 76 21/09/2010
Fuentes
"Soy un inútil, un trasto inservible, según para qué"
El vuelo más largo de Carlos Cristos
http://www.elpais.com/articulo/Galicia/vuelo/largo/Carlos/Cristos/elpepuespgal/20070513elpgal_15/Tes
Carlos Cristos, médico que mostró su lucha en pantalla
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