Emili Sagristà
1875-1963
El tiempo convirtió a Emili Sagristà en un personaje y olvidó a la persona. Su figura menuda y nerviosa destacaba entre el resto de maestros del Seminario diocesano, «tan formales, graves y peripuestos». Una damnatio memoriae que pareció borrar de un plumazo su currículum como profesor de ciencias. En 1905 se convirtió en uno de los principales ayudantes en las observaciones del eclipse total de sol. Después, su legado como fundador del laboratorio de física y química y del museo de Historia Natural intentaron combatir a duras penas su leyenda.
Nació en Palma en 1875. Su padre, marine, se preocupó de garantizarle una buena formación que Emili Sagristà orientó hacia la carrera eclesiástica. Siendo aún seminarista fue bibliotecario del Seminario y asistente del Obispo Campins. Fue de la mano del bisbe como conoció la renovación diocesana que estaba a punto de revolucionar la Iglesia mallorquina y que incluía un nuevo plan de estudios. Coincidiendo con el papado de León XIII –gran impulsor de las ciencias naturales– pretendía crear una Universidad Eclesiástica independiente de la de Valencia.
«Sagristà ingresó en el Seminario con apenas diez años. Allí curso los estudios primarios y secundarios además de la carrera eclesiástica con Teología y Filosofía, comparable a una licenciatura civil», explica el director de la Biblioteca Diocesana, Gabriel Seguí, autor de Emili Sagristà i Llompart en el seu context. El mallorquín formó parte de una generación heredera de aquel impulso de llevar la modernidad a la Iglesia en pleno auge del liberalismo y de conectarla con el mundo de la ciencia.
Los primeros tanteos científicos de Sagristà se produjeron, seguramente, durante su colaboración en el Diccionari de Antoni Maria Alcover. Responsable del capítulo de electricidad, elaboró artículos como La telegrafía sin hilos (1899). «Pese a que ya existían profesores de ciencia en el Seminario, su formación científica fue de calidad pero autodidacta», asegura Seguí. En 1905 se incorporó de forma definitiva a la nómina de profesores del centro. Hasta 1956 impartió física y química, historia natural y astronomía. El nuevo plan de estudios del Obispo Campins incorporaba cinco asignaturas de ciencias distribuidas en cuatro años e incluidas en la sección de estudios filosóficos. Además de las ya citadas, había clases de aritmética y álgebra, geometría, trigonometría y contabilidad.
SU LEGADO
«Su figura ha sido víctima de una verdadera damnatio memoriae porque prevaleció el personaje sobre la persona y la anécdota sobre la categoría», escribe Gabriel Seguí sobre el diario de Guillem Bibiloni, Emili Sagristà, mi viejo profesor. Un texto publicado sólo en parte en el que se describe al clérigo como «un tipo extraño dentro del conjunto de nuestros profesores, tan formales, tan graves y peripuestos». Un hombre de figura menuda y nerviosa, sonrisa socarrona y sordera «real o fingida».
Aquella personalidad particular fue la que borró su nombre para la posteridad. El legado de un maestro de origen religioso que defendía la pluralidad de los mundos habitados, la pequeñez del hombre y la Tierra frente al universo y reconocía como innegable el parentesco –aunque fuera en el aspecto físico– entre los simios antropomórficos y el homo sapiens. Sin descartar, eso sí, la intervención divina. Planteamientos que demuestran una libertad de criterio que Bibiloni dejó patente en su diario.
«La represión en la Iglesia, como la civil, dependió de los lugares y las personas y parece que en el Seminario existió mayor libertad. Tal vez el aislamiento de Mallorca sirviera de ayuda», apunta Seguí. Emili Sagristà logró evitar ser acusado de «modernista» –uno peligro real y temible durante el papado de Pío X– así como la intervención de la Comisión Bíblica romana encargada de la ortodoxia en los temas del origen del hombre ya que afectaba a los primeros capítulos del Génesis.
Con la creación del observatorio astronómico para el eclipse total de 1905, Sagristà colaboró también como ayudante del astrónomo jesuita Josep Algué. Además de sus teorías astronómicas –en las que dudaba de la influencia de los planetas sobre la Tierra y de la Luna sobre los seres vivos– creó una esfera terrestre giro-móvil para impartir sus clases. Con ella podía explicar los movimientos simultáneos de rotación y traslación, la causa de las estaciones, la sucesión de días y noches y el porqué de la posición de los trópicos y círculos polares.
Dos estancias del Seminario conservan hoy el poco legado científico que la Historia permitió a Emili Sagristà. Por un lado, el laboratorio de física y química –pionero en el centro– en el que realizaron experimentos y la fundación del Museo de Historia Natural que comenzó con parte de la colección entomológica de Fernando Moragues. Una herencia tangible y real a la que sigue sin poder alcanzar la sombra, alargada, de su personaje.
Baleópolis nº85 23/11/2010
Fuente
SEGUÍ, Gabriel. Emili Sagristà i Llompart en el seu context.
SEGUÍ, Gabriel. Emili Sagristà i Llompart en el seu context.
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